Considero que llegar a una separación es una decisión difícil. Para asegurarnos de que es la decisión correcta, deberíamos tomarnos el tiempo necesario para meditar sobre todo lo que rodea al tema, y también sobre lo que socialmente se sabe al respecto.
Por estadísticas, sé que la crisis de la mediana edad es un momento presente en las parejas que tienen entre 40 y 50 años de edad. Es común y natural pasar por esa etapa, pero muy pocas parejas saben cuáles son sus síntomas y es muy fácil confundir éstos con la necesidad de terminar con el vínculo matrimonial.
En la crisis de la mediana edad se presentan preguntas y sentimientos encontrados. Por un lado puede haber mal humor, aislamiento, irritabilidad, confusión, depresión y ansiedad. Pero por el otro, especialmente en el sector masculino, hay deseos de vivir nuevas aventuras, obtener una vida más excéntrica que la que se ha llevado, y hasta el anhelo de comprobar si aún se es atractivo para el sexo opuesto.
Veo comúnmente este espectro en consultorio, más continuo de lo que imaginas. Saber que te está pasando a ti, es más complejo.
Cuando comprendemos que muchas de estas características son parte de un patrón social común, quizá no veamos de la misma forma el plan que teníamos de llegar a la separación.
Pienso que dependiendo de los acuerdos que haya tenido cada pareja en lo particular, sean tácitos o no, podemos comprender que la decisión de tomar caminos separados ya no se ve igual a la luz de la crisis de la mediana edad, ya que, preparados o no, enojados o no, desilusionados, no, por lo general todos vamos a tener que superar dicha etapa.
Quiero enfatizar que resulta sano no confundir posibles traiciones o corazones rotos con los síntomas de esta crisis.
Como señalaba al principio, siempre será prudente tomarse un buen tiempo para analizar la situación, lejos de una decisión basada en sólo en lo pasional o en lo emocional.