El primer paso para recuperarnos de una separación, es comprender que no todo es nuestra culpa.
En consultorio, cuando me visita una pareja, hacemos retrospectiva y un análisis sobre las causas que han llevado a una separación. En lo privado, las mujeres casi siempre terminamos creyendo que tuvimos la culpa de todo: que fuimos aburridas, que no alcanzamos a cumplir con las expectativas de nuestra pareja o que no hicimos un esfuerzo extra para cumplir con la misión de estar juntos.
La realidad es que un acuerdo de separación llega cuando, objetiva o subjetivamente, las dos partes se han encaminado a él. Nuestros actos, nuestras perspectivas y nuestros actos de omisión, nos han llevado a tal punto en que los dos caminos ya no son compatibles. A veces nos damos plena cuenta de ello… y a veces no.
Pasado un tiempo de la separación, en donde se presentan diversas etapas que luego analizaremos, viene el proceso de recuperación.
Aquí es cuando me gusta resaltar que se trata de un proceso. La recuperación no es una sola acción o una mera decisión, no es un trofeo, y no es una revelación.
Lograr la recuperación tiene mucho que ver con el tiempo que mis pacientes le están dedicando a la construcción de su nueva (o nuevo) yo, que ahora es más independiente, más unipersonal, y está más centrada en sus propios asuntos.
Poco a poco iremos analizando juntos, cómo podemos desarrollarnos mejor en este proceso de recuperación, pero para comenzar es bueno hacernos un recordatorio: no todo fue mi culpa.