.”Hallan cuerpo de joven de 20 años en Puebla, con lesiones de navaja; novio dice que se suicido”…
El sobresalto resonó en mi celular cuando la voz preocupada de mi prima Alicia irrumpió en mi día. Su mensaje me dejó sin aliento: Melanie, la joven llena de vida que había conocido desde su más tierna infancia, había fallecido. El desconcierto me embargó mientras repetía incrédula: ¿Qué?
Mi relación con Melanie había sido cercana a lo largo de los años. Desde cargarla en mis brazos cuando era apenas un bebé, hasta compartir conversaciones con ella durante su adolescencia, siempre la vi como la niña alegre y vital que era. Ser testigo de su trágica partida fue un golpe devastador.
Al contactar a la familia en busca de respuestas, me encontré con una versión inverosímil de los eventos: su novio afirmaba que Melanie se había quitado la vida. Sin embargo, conocía a Melanie como para saber que ella no era una persona depresiva ni violenta. Las inconsistencias en las declaraciones del novio solo aumentaron mis sospechas.
Como abogada con experiencia en casos de homicidio, las pruebas presentadas por la fiscalía del estado de Puebla solo confirmaron mis temores. Según los informes forenses, Melanie fue víctima de un brutal ataque que le arrebató la vida, contradiciendo la versión de su pareja sentimental, Ricardo Isaí.
La verdad es que Melanie fue víctima de un feminicidio, un crimen despiadado motivado por razones de género.